Vengo a
confesar una única razón de mil maneras diferentes. Mis documentos de Word no
tienen título en la vida real porque en la surrealidad de mi habitación se
llaman como tú.
Mis secretos
contados a voces no tienen nombre en voz alta porque cuando me callo se llaman
como tú. Mis días no tienen titulo con mayúsculas en el calendario porque en
esta cabecita se llaman como tú. Mi vergüenza no tiene más motivos que una
identidad que desconozco.
Por cada
balazo que te llega a ti yo he cargado con los otros mil.
Las veces
que derramas sangre yo estoy entre mareas de ella.
En el
momento en el que eches de menos yo ya estaré fuera de tanto echarte.
Mi fuerza
desatada es una milésima parte de mi rabia contenida.
Lloro porque
me gusta llorarte y porque a veces no puedo hacerte nada más ni más grande.
Me
desahuciaste tan despacio que acabé pensando que me había ido queriendo.
Cuando cargo
una maleta te imagino en mis hombros para seguir caminando.
Todos los
caminos llevan a un pasado. Pudiste besarme y escogiste la magia.
Mis demonios
son mis mejores amigos. Alejarme sin ti se convierte en querer volver.
Me acojonan
tus ojos de mar.
La última
vez que me dijiste en voz baja “pide un deseo” me quedé callada.
La última
vez que me dijiste en voz baja “pide un deseo” pedí una respuesta.
La última
vez que me dijiste en voz baja “pide un deseo” quise que desapareciera la magia
y no sabía lo que decía.
La última
vez que me dijiste en voz baja “pide un deseo” me arrodillé porque mis deseos
son una súplica.
La última
vez que me dijiste en voz baja “pide un deseo” pedí que esa fuera la última
vez.
La última
vez que me dijiste en voz baja “pide un deseo” pedí un deseo a una estrella
quieta, a una estrella muerta.
La última
vez que me dijiste en voz baja “pide un funeral” yo pedí una estrella,
y me aferré con fuerza.
https://youtu.be/GwJvb3Vf9LQ