viernes, 11 de julio de 2014

Bailamos el vals más suicida del mundo.

Sigo esperando una hora cualquiera para hacerla importante
 y llevarte al rincón mas oscuro de esta puta ciudad. 
Para prenderle fuego conmigo, contigo dentro y gritarle desde allí a la luna 
que hemos encontrado una nueva forma de despedirnos. 
Más bonita, tan húmeda 
como acabar llorando. 
Como corrernos a la altura de tus mejillas entre mis piernas, 
en descendente con beso incluido. 
Como no volver a vernos en años 
y durarnos en ganas y vicio. 
Tus ojos están aburridos de ver a los míos y pedir una tregua. 
Los baños se quedan pequeños para bailarnos el vals más suicida del mundo. 
Tu cama ya echa de menos que hagamos guarradas encima de ella. 
Sigo esperando un semáforo en rojo para besarte con fuerza y volver a arrancar, 
para arrancarte la piel a mordiscos entre “no pares” y volver a empezar. 
Han cambiado tanto las cosas desde que no nos hablamos, 
sin más, que las estaciones ya no tienen flores, 
más bien autobuses en los que recordar como empezamos. 
Miraba tu cara y tu vaso y esperabas ver mi culo pasar. 
Solo espero que tanta rutina nos haya servido para conocernos mejor, 
y saber que si no nos hablamos es porque estamos esperando 
el minuto perfecto para hacerlo especial, 
y llevarnos al rincón más oscuro de esta puta ciudad.

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