Sigo esperando una hora cualquiera para hacerla importante
y llevarte al rincón mas oscuro de esta puta ciudad.
Para prenderle fuego
conmigo, contigo dentro y gritarle desde allí a la luna
que hemos encontrado
una nueva forma de despedirnos.
Más bonita, tan húmeda
como acabar llorando.
Como corrernos a la altura de tus mejillas entre mis piernas,
en descendente
con beso incluido.
Como no volver a vernos en años
y durarnos en ganas y vicio.
Tus ojos están aburridos de ver a los míos y pedir una tregua.
Los baños se
quedan pequeños para bailarnos el vals más suicida del mundo.
Tu cama ya echa
de menos que hagamos guarradas encima de ella.
Sigo esperando un semáforo en
rojo para besarte con fuerza y volver a arrancar,
para arrancarte la piel a
mordiscos entre “no pares” y volver a empezar.
Han cambiado tanto las cosas
desde que no nos hablamos,
sin más, que las estaciones ya no tienen flores,
más
bien autobuses en los que recordar como empezamos.
Miraba tu cara y tu vaso y
esperabas ver mi culo pasar.
Solo espero que tanta rutina nos haya servido para
conocernos mejor,
y saber que si no nos hablamos es porque estamos esperando
el
minuto perfecto para hacerlo especial,
y llevarnos al rincón más oscuro de esta
puta ciudad.
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