Recaer ha dejado de ser tragar humo cuando te has prometido
no volver a fumar, tropezarte dos veces con la misma esquina de la cama sabiendo
que lo harás una tercera, comerte un bizcocho al salir del gimnasio, o
levantarte, sin pensar de antemano que sería más práctico quedarte ahí abajo.
Ya nadie llama recaer a volver a sentirse a la altura del suelo. Las palabras
han cambiado de significado, correr se ha vuelto rozarse hasta gritar, amor,
amor ha dejado de ser una colonia, y tocarse ha pasado a ser recíproco y sin
acordes de por medio. A la gente parece gustarle dormir en compañía y sin menos
espacio en una cama, y yo sigo pensando que dos personas ya no se quieren hasta
que amanece, porque se roban los sueños y se conocen demasiado como para
seguirse al salir el sol. Desgastarse es hacer el amor, sudarse desnudos y
mirarse a los ojos, y sigue siendo la forma más poética de decir que esa
historia no va a durar demasiado, porque si fuera así, lo llamarían recrearse.
Por llamarlo algo. Qué más da. La gente ya está harta de hablar, sobre todo, no
sobre todas las cosas. Y no dicen nada, pero lo etiquetan como poesía si lo escriben
para otra boca que lo lea una tarde cualquiera. Lo peor de las malas
costumbres, es que acaban pegándose. Ojalá fuese tan mala como reiterada y
acabaras acostado aquí, en la mitad que empieza a sobrarle a mi cama.
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