Solo sé que
podría haberlo intentado
pero que nuca me habría cansado de decirte la falta
que todavía me haces.
De ti que
prefieres el norte, que la meseta nunca será tu casa aunque me empeñe en
ponerte la mesa a eso de las dos y media.
Que te gusta
dormir en el lado derecho de la cama y de medio lado
y si mueves los brazos
solo es para comprobar que no vuelves a hacerlo solo.
Que haces el
amor porque quieres pero que escondes pecados por querer solo a medias.
Que llegas
tarde siempre porque odias ver pasar las horas.
Que estás
cargado de miedos, pero que nunca lo dices.
Que odias
los te quiero y ni siquiera te empeñas en escribirlos
y aunque lo
hicieras el mundo tendría que ponerte de frente y verte a los ojos
para saber
que no mientes.
Que solo
dices la verdad y por eso te callas.
Que no te
cuestan los besos que vas dando pero te duelen los que no has dado.
Que tienes
el corazón más grande que cualquier metro cuadrado de casa
y por eso navegas playas
enteras como si no fueras a encallarte en la arena
Y que cuando
lo haces siempre llevas una maleta a cuestas
como a punto de despedirte.
Y yo
perdiendo la cuenta de las veces que te fuiste.
Que fumas
porque nunca has pensado en dejar de hacerlo
ni el tiempo te habló de ello.
Él podría
decir de ti por cada paso que has dado el doble de cosas que yo
pero no pondría
fe
ni corazón
ni herida en ello.
También sé
que no te gustan los versos de cuentos de hadas
que no crees en las princesas
ni en los héroes
que si ganas es solo y siempre porque quieres.
Que volver a
casa es la rutina que te lava la ropa los sábados por la mañana
mientras
duermes las cervezas de una noche a cuestas que no pesa
y que ellos nunca
pasan para no volver a verlos.
Que tienes las
manos repletas de sueños pero no te gusta enseñarlas
que vistes una marca de
posibilidades imposibles sobre el hombro derecho
mil cicatrices de guerras de
historias que nunca te inventas
y la sonrisa partida porque regalarla entera
sería un destroce.
Sé que te
encanta ver el mar desde las rocas
a la sombra de un árbol más viejo que el
tiempo que llevábamos viéndonos
que no es difícil
y que solo hay un lugar que
te recuerde a mi.
Que no te
giras cuando ves un culo cruzar la calle
pero lo haces cuando lo que quieres se
cruza por delante
y he dejado de ser yo.
Que odias
las ciudades grandes y los juegos de niños
pero te encanta buscar una sonrisa
entre los arbustos como creando un recuerdo y siendo pequeño.
Que no sabes
tocar la guitarra pero te lo inventas mejor que nadie
y que no cantas para no
decir lo que nunca pensaste que querrías callarte.
Si me paro a
echar cuentas de cuánto puedo contarte con los dedos caigo en ellas
y al tener
las manos abiertas veo que ya no puedo seguirte.
Así que me cubro la cara para
llorarte a sal y recuerdo
por haberme dejado marcharte sin llegar a retenerte.
Yo que
pensaba que estabas aquí para quedarte
y tu
planeando un nuevo destino para escaparte sin llevarme.
Atentamente:
de las
palmas
de las manos
que nunca
llegaron
a conocerte.
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