El problema es que no sé si quiero.
Tal vez si me alejo termine por darme cuenta
de que no puedo estar sin ti, sin mí, y acabe por dar la vuelta.
Será por eso o por que me siguen quedando ganas de decirte,
que por favor,
me arranques la ropa.
Y que si tienes un motivo para no pegarte a mí
lo uses ahora como si fuera la última vida que te quede,
que aquí todos sabemos que tienes siete, como buen felino que eres.
Y que yo no puedo robártelas todas.
Joder, estás consiguiendo que me separe de mí,
por que ya no sé quién soy,
ni que hago aquí.
Cuanto tiempo tengo que quedarme?
Por que no me da llegando el momento de echar a volar,
de volver a escribirle al sexo,
de armarme de valor
y de ganas
y de vicios
y de humo
y de alcohol
y de besos sin sentido
y de sentidos sin sentimiento pero,
es lo que busco.
No me da llegado el momento de no sentir nada.
Quiero volver a creer que estoy muerta.
O que simplemente he decidido matarte.
Sí, creo que todavía estoy a tiempo de salir corriendo,
de evitar casualidades, de cruzarme contigo, de desaparecer.
Creo, cariño, creo que aún puedo desnudarme por completo,
hacer sonar un vinilo viejo, encender la ducha y esperar que todo se llene de vapor,
y que desaparezca el aire, por que a mi ya no me hace falta respirar, no me hará falta respirar,
pero sí ahogarme una última vez.
Esta es mi sentencia de muerte, el pasillo un corredor hacia el final.
Y justo ahí, un motivo para sonreír,
para no volver a verte,
unos ojos verdes,
unas piernas mojadas,
un pecho latiendo con fuerza,
un cuerpo forzado a la verticalidad,
un espejo empañado,
y las razones suficientes para no volver a creer nunca más en el sexo contigo,
un espejo, un reencuentro y un final.