De la palabra imperfección se aleja cada vez más su nombre.
Le gustaría al viento tener sus gestos si pudiera.
Pagaría la locura por dormir entre sus piernas
y la cordura por aferrarse a su boca.
Poco se habla de la guerra desatada entre
verano e invierno para verlo sonreír.
Poco se habla de las faldas que a su paso
se levantan para hacerlo sonreír.
De las pocas, casi escasas que lo logran.
No necesita más la música que correr por sus venas
para cobrar sentido y sentimiento.
Con el semblante de una lápida perdida
esconde el corazón de un suicida por amor
que muy pocos conocen.
Con él he aprendido a comerme el mundo
sin palabras, con solo una mirada.
A descubrir los mil colores
de una noche en blanco y negro.
A llamar a la lluvia verano,
al café mi mejor vicio.
Con él he aprendido a vivir
en la ciudad del viento.
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