domingo, 2 de noviembre de 2014

Era un mensaje, pero no podía ser un SMS

Acabo por pensarlo todos los días, supongo que hace tiempo que tenía que haber olvidado tu cara. Mucho antes de que te fueras, aquella tarde. El problema es que siempre que me toca elegir escojo la opción incorrecta, me levanto con el pié izquierdo y no dejo de mirar atrás. Siempre me han fascinado esos saltos temporales de las películas, en los que comparan pasado y futuro. La verdad es que contigo, siempre lo he visto viajero, pero tú, has decidido plantarme en mitad de la terminal e irte solo. Y todavía no te has parado a pensar a quien le ha hecho más falta la compañía desde tu partida. Es admirable esa capacidad innata que tienes para deshacerte de todo el mundo. Que putada que seas también tú, el que tiene el don de permanecer en la cabeza del resto. Sí, de mí. No sé si me estoy volviendo loca, o si es que, una vez más, he escogido el camino incorrecto. Pero, eso sí, cuanto más pienso en olvidarte, más te recuerdo.

Vaya por dios, y aún nadie me ha vuelto a invitar a desnudarme. Ya no sé  si salir a buscarte o si enviarte este mensaje. Mejor, pensándolo bien, me acuesto y me duermo. O intento al menos no acariciarme la cara. Porque tendría, más que nada, que follarme a mí misma, como nunca lo has hecho tú. Parece mentira que estemos a do de Noviembre. Debería haber llegado el invierno, y yo sigo ahogándome de calor. En fin, es una suerte, así podré esperarte desnuda. Por si algún día apareces, quiero decir.

Joder, qué más da. De perdidos al río, tu boca. Sí, tu boca. Si me muerdo los labios creo que aún me saben a ti. Es más, si probara a abrazarme fuerte, tengo la absurda sensación, de que te oiría respirar. Ha llegado el momento de declararlo obvio. Cuando el amor no mata, ata hasta dejarte sin cordura. Cariño, recuerdas que esto iba a ser un mensaje? Claro, el que nunca llegué a enviarte. Pues, me explico, si estoy a tiempo de pedir un crédito para volver a verte, lo pido. Y subasto todas las copas que me queden por bailar. Átame los pies a tu vida. Y que me embarguen la risa si quieren, menuda gilipollez, si a mí, con verte sonreír me basta. Ah, y a ti, te regalo todas las mentiras que alguna vez te dije, para que no tengas que perdonármelas. Que ingenuo, me creías si te decía que no te quería, también te dije que me olvidaría de ti, y aquí estoy, planeando una huida o un suicidio colectivo, yo y toda mi mierda.


Sin embargo a ti, a tantos kilómetros de distancia, ya te da igual que me dispare en la boca, o que te envíe una bala perdida. 
De regalo, digo. 

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