Prometo que nunca, y también que siempre.
Juro imposibles
cargados de ganas.
Pierdo por el simple gusto de verte ganar a ti.
Fumo, porque
la vida nos maltrata lo suficiente
como para no querer recortarla un poco.
Bebo
para ahogarme entre sirenas desnudas y
contarle a ella todas mis líneas.
Escribo lo que nunca te diría mirándote a los ojos.
Me quedo sin ropa por el
mero placer de cubrirme de nada
y sentir la ausencia de léxico que nos falta
cuando el frío no me alcanza tan adentro y
quiero decirte que te quiero,
pero
no como todos te han dicho que te quieren
si no de otro modo.
Me alejo para
verte ausente y sentir
la falta de lluvia sobre los hombros.
Sueño por todos
los que dijeron jamás
a los que yo contesté gritando con un vencimos,
aunque no
fuera cierto.
Sonrío por gusto a la mirada ajena.
Camino hacia ningún lugar
sabiendo
que no podría perderme mientras me agarre de la mano
y crea que es la
tuya.
Soy la tonta que vuelve mil veces para verte ser feliz sin mí
y afirmar
que la vida son esos pedacitos de esperanza
que ganamos con cada abrazo o con
uno de esos besos
justo en la comisura izquierda de otra boca.
No me reconozco
si me enfrento a un espejo y no pienso en mi padre.
He sangrado de versos,
corazón, manos y rodillas
sin dejar de amar el intento en vano.
Soy la nada, el
nadie, ningún lugar.
Ahora dime, ¿De cuántos miedos más me tengo que despojar
para que me re-conozcas?
He creado de tu ombligo trinchera para morir en
silencio,
ya no lato a toda voz ni quiero salir corriendo,
nadie me explicó lo
que era el miedo.
Tienes el tiempo entre los dedos,
dispara cuando quieras
a
mí ya no me queda nada más que sacarme y así,
desnuda de principios,
te regalo
todos mis finales.
Siempre se te ha dado bien poner el punto
y acabar cada
página
aunque fuera en blanco.
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