Hay días en los que me encierro al borde del abismo y sin embargo
me
encantaría seguir libre para ver como se abalanzan mis demonios a la nada.
Hay días que me apago las luces para darme de bruces con la
soledad y ni por esas me dejo en paz.
Hay días grises en los que no estás y días de lluvia en los
que aprovecho para llorar tranquila.
Hay días de viaje en los que me enciendo uno e imagino todas
las libertades que no tuve
jugando al escondite entre las líneas de mis manos.
Hay días de aplauso para hacer ceniza del recuerdo
y
puñetazos en la cara de desconocidos como una venganza por todo lo que me han
dejado hacerme.
Hay días en los que lo que no te llevaste se acumula sobre
los pies de la cama
y tengo que mudarme bajo otras sabanas que no me recuerden
que la he cagado casi
prácticamente sin querer
evitarlo.
Y hay días libres en los que desearías estar muerto para
creer en algún dios,
en algún alguien que te salve porque tú sola no puedes
salir a flote mas veces.
Porque el naufragio reiterado se hizo casa y aprendiste a
rrespirar bajo el agua
como si no bastara con emborracharse de vez en cuando
como si, ya sabes, no me hicieras tanta falta
salvavidas.
El ancla que arrastra.
No me conformaba con ser tu estrella de mar y no sirena
de ambulancia en la Gran Vía
que aun por encima me corté todos los brazos,
cinco en cada intento,
cinco, de ser alguien ,
cinco, cinco alguienes mejores
para un desierto en llamas por ausencia de lagrimas
Hay días en los que la metáfora te corre por las venas
y
días en los que la poesía se conforma con mantenerte la punta de los dedos
calientes
mientras hojeas las paginas de un libro que no hablan de ti,
e
intentas creértelo.
Hay días en los que no estás y días en los que nunca dejas
de irte.
Mientras tanto, yo solo, aprendo a diferenciar.
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