Lo he cogido y no era un tren, y no era el tren elegido.
Lo he escogido a él por admiración, por no ser otro.
Este, tenía que ser este y a esta hora y no a cualquiera.
Tenía que ser ahora, no más tarde, no antes, por vez primera.
Caigo en la rutina y es su culpa, y me condeno porque quiero.
Y caería mil veces en su pecho aunque no eligiera hacerlo.
Acabo harta de mañanas, del calor que me regala su viaje.
Sin querer he vuelto a ser la que te espera cada noche
mientras tú haces tu equipaje para irte lejos sin querer,
volver a verme. Es todo lo que necesito, volver a elegirlo a él
y no a ti. Dejarme llevar por su velocidad, esperar hasta desesperarme
sin tu nombre de por medio. Entre tu inicial y la suya hay
la misma distancia que de mi ombligo a las ganas que te tengo.
Tendría que empezar a cogerlo, para olvidarte, para alejarte de mí,
para que tus pies se conviertan de una vez
en una de esas paradas, en las que no tengo pensado bajarme
aunque sepa que me esperas con los brazos abiertos
y una daga entre los dientes, para volver a matarme.
Que es todo lo que quiero, pero ya no es, eso que necesito.
Debería dejar de creer en ti, debería apostar por mí.
Por él, por la distancia, por las idas a solas.
Y ya no lo hago, por que me ha bastado que solo una vez,
una única vez hayas aparecido en mi camino
para despedirte, cuando debería ser yo, la que dice adiós
y se va para no volver nunca a dejarme matar por esa boca.
Esa boca, que ha pasado a ser mi nombre sin nombrarme
más de lo que lo ha hecho en un pasado. Esa boca,
que nunca pasa de largo sin que me pierda en esa boca
que me mata y me vence y yo, por esa boca,
dejaría de respirar, me volvería mártir, me dejaría matar
si al final él, me lleva a mar abierto,
para olvidarme de ti este invierno.
Se nos acabó el tiempo,
avisa a esa boca,
que se muera de una vez por todas.
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