Pude llamarlo Verona, pero
preferí llamarlo tus piernas.
No culpo a esta carencia de léxico
para definir mis sin sentidos.
Esas mañanas en las que siento
que estás lejos, si es que estás.
No sé. Porque pude llamarlo rutina
pero entonces se mostrarían las ruinas
celosas de todos tus inviernos.
Admito que el querer-te echa de menos
este yo y esta nada, llámalo
como quieras, seguirá gustándome
todo, que más da. Pude llamarlo
tanto y de tantos modos que decidí
callármelo todo y dejarte a ti hacerlo
silencio.
Y ahora te envidian esas ciudades que
todavía, no han aprendido a callarse
ni por amor.
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