Toda la culpa era de tus ojos tristes,
decían los que no te vieron vaciarte más que en verso.
Toda la culpa era de tus ojos,
de tus maneras,
del modo en el que cogías el cigarro
te lo ponías en la boca
y fumabas como si la vida fuera
una cuenta atrás.
Toda la culpa era de tus ojos,
de las ganas de girar,
de que si la velocidad de la luz
y la teoría de la relatividad
entre tus piernas.
Toda la culpa era de tus ojos,
de tus ojos,
del modo en el mirabas el mundo,
del modo en el que frenabas al resto
y soñabas tan alto, tan alto...
Toda la culpa era de tus ojos,
de ser lo primero que veía al despertarme
y Madrid nos encontraba bailando
hasta en sueños.
Toda la culpa era de tus ojos
y de cuando me cantabas
a gritos por Lavapiés
y la gente nos miraba
como locos,
una pena por ellos.
Toda la culpa era de tus ojos,
de comernos el sexo hasta corrernos
y después leerme los mejores versos del mundo,
si es que se han escrito ya.
Y a estas alturas sigues preguntándote porqué nos cruzamos,
porqué aquella mirada y me besaste la rodilla derecha,
porque no podías hablar si mis piernas
y acabamos en tu cama diciendo
"buenas noches, volveremos a vernos".
Y a estas alturas sigo pensando
que a pesar de tanto,
toda la culpa es de tus ojos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario