miércoles, 21 de mayo de 2014

Final abierto.

   La vi al momento, como para  no verla. 
   Solo ella sabía hacer de una parada de autobús cívico la peor de las terminales. Supo decirme que lo echaba de menos, de espaldas, sin articular palabra. Tenía los ojos rojos de tanto pensarlo, los labios hinchados de forzar el rostro, las manos mojadas y no llovía. Vestía de un tono oscuro una chaqueta de lana y unos baqueros rotos. Se había puesto lo primero que había encontrado, por vestirse algo. Pero hasta así estaba guapa. Era preciosa hasta empapada en llantos. 
   Que tipo de gilipollas podría hacer llorar a semejante dama. No lo conozco y sé que no la merece, sé que no le ha dado nada de lo que ella ha pedido, y nunca había suplicado cariño, ni suplicaría venganza. Se pasó así toda la tarde, creaba vacíos y soledades. Nadie se dignó a hablarle, pasaban a su lado, compartían banco con ella, la miraban y huían con su recuerdo. No invitaba a una conversación, ni a un paseo por el parque. A pesar de las decenas de almas sonrientes que se cruzaron en su camino, y de los mil y un autobuses a los que no se subió, ella, y solo ella seguía sintiéndose sola. Y lo estaba, le faltaba él. 
   Su razón para escribir. 
   Este es uno de los motivos por los que me ha gustado verla, porque ahora, le escribo yo. Yo, que nunca supe ponerle final a ningún texto, como se lo voy a poner a ella?
   Tal vez cuando se levantó se fue a su casa, tal vez fuera a buscarlo, o tal vez cambiaría de parada después de crear una zona cero. 
   Nunca lo supe.


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