Desde siempre me me ha faltado
alguien al otro lado de la cama,
un par de motivos por los que llorar
y cientos de matices para sonreír.
Algo de tiempo, espacios abiertos
y puertas que cierren a ciertas personas.
Nunca aprendí a caminar despacio,
pero me enseñaron a volar por encima
del resto cuando las horas
se vuelven naufragios.
Me sobraron ganas de escribir,
palabras desordenadas,
camas de reyes mediocres y
la mentira en boca ajena.
Querer, en eso siempre he ido sobrada.
Una mirada,
dos pasos más hacia el precipicio,
tres besos consecutivos,
cuatro puntos cardinales,
cinco engaños a mí misma,
seis amores olvidados entre líneas,
siete estrellas de la buena suerte,
ocho caminos por los que perderme hacia
nueve maravillas personales.
Diez pecados capitales
y un puñado de desórdenes numéricos
que me recuerdan que en todo este tiempo
ni siquiera he aprendido a contar.
Y así, con nada, pretendo contarte.
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