Pornografía es encontrar en la comisura izquierda de su boca
la octava maravilla.
Una ruina que ya nadie visita como lo hacía yo.
Es caminar con cuidado por sus caderas
por miedo a perder contacto con la tierra
y acabar ahogándome en su ombligo.
Pornografía es ese modo en el que me miras,
con todo lo sucio que llevas dentro, el sexo y el rock&roll.
Es que no nos haga falta decirnos nada,
por que nos vasta una mirada para corrernos.
Pornografía era despertarme a tu lado y ver,
como el sol de las doce te cala hasta los huesos y te llama pecado;
capital, la que situé en tu tercer lunar,
llamándolo imperio.
Era gastar folios y bolígrafos
por que cada vez tenía
más formas que contar de ti.
Por que la pornografía no se escribe.
Pornografía es querer huir,
sin saber a donde pero de tu mano.
Es el vaho de las ventanas y las paredes chorreando.
Confundir cada coche, cada puto tono de voz,
cada gesto sabiendo que no eres tú.
Por que si lo fueras ya estaría temblando y no.
Pornografía es otra forma
de dirigirme a tus piernas sin pasar por ti,
sin conocer todo eso que nunca quisimos sabernos.
Robarte el frío de las noches a solas
con un beso en la nuca y un puñado
de veranos que no se acaban nunca.
Pornografía es el rojo de mis labios,
la sangre de tus vicios, el hielo de un café.
Conocer todos y cada uno de tus poderes
hasta aprendérmelos de memoria, y
formar un acrónimo con mi nombre.
Pornografía era yo, sabiéndome temblando
cuando ibas a aparecer.
Jugando con el tiempo,
creando un nuevo espacio.
La distancia de tu piel a toda mi ropa interior.
Una foto en blanco y negro
con un millón de sílabas que digan,
que en realidad pornografía
vivía entre mis piernas hasta que llegaste tú.
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