viernes, 11 de julio de 2014

Correr-se ha vuelto rozarse hasta gritar.

Recaer ha dejado de ser tragar humo cuando te has prometido no volver a fumar, tropezarte dos veces con la misma esquina de la cama sabiendo que lo harás una tercera, comerte un bizcocho al salir del gimnasio, o levantarte, sin pensar de antemano que sería más práctico quedarte ahí abajo. Ya nadie llama recaer a volver a sentirse a la altura del suelo. Las palabras han cambiado de significado, correr se ha vuelto rozarse hasta gritar, amor, amor ha dejado de ser una colonia, y tocarse ha pasado a ser recíproco y sin acordes de por medio. A la gente parece gustarle dormir en compañía y sin menos espacio en una cama, y yo sigo pensando que dos personas ya no se quieren hasta que amanece, porque se roban los sueños y se conocen demasiado como para seguirse al salir el sol. Desgastarse es hacer el amor, sudarse desnudos y mirarse a los ojos, y sigue siendo la forma más poética de decir que esa historia no va a durar demasiado, porque si fuera así, lo llamarían recrearse. Por llamarlo algo. Qué más da. La gente ya está harta de hablar, sobre todo, no sobre todas las cosas. Y no dicen nada, pero lo etiquetan como poesía si lo escriben para otra boca que lo lea una tarde cualquiera. Lo peor de las malas costumbres, es que acaban pegándose. Ojalá fuese tan mala como reiterada y acabaras acostado aquí, en la mitad que empieza a sobrarle a mi cama. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario