viernes, 11 de julio de 2014

Se quedó allí, en aquella Primavera.

Esta mañana el árbol de siempre está un poco más muerto que de costumbre.
El suelo es un mar de hojas secas y ruidosas que invitan a quedarse quieto. 
No llueve, 
no hace calor, 
ni viento, 
huele a playa pero, 
la costa se encuentra a más de doscientos kilómetros de allí. 
Hacía algún tiempo que la gente gritaba entusiasmada que había llegado el Verano, 
sin embargo, 
él no parece haberlo notado. 
Es más, 
creo, 
que él cree, 
que todavía estamos en primavera. 
Desde que duerme solo no mira el calendario.
Ha tirado por la ventana todos sus relojes. 
No se deshizo del sol porque no pudo. 
Tiene un aspecto diferente, 
raro, 
gris. 
Solo piensa en ella, 
todo el día en ella. 
En la falta que le hace, en volver a tocarla, a dormirse con su sonido de fondo. 
Le había regalado tanto tiempo que, 
ahora le sobra todo el resto. 
No puede verla, 
del verbo poder. 
Con la negación tan aferrada a él, a su pecho, que decide marcharse. 
Está harto, 
como lo estaría cualquiera, 
de suponerla, 
de que no le detenga ya el crujir de las hojas en otoño, 
porque ha llegado el otoño, pero todavía no lo sabe. 
Se quedó allí, 
en aquella primavera, 
de hace dos años, 
parado, 
cuando dejó de oír. 
Y sin la música sabía que le daba igual vivir, 
en Verano o en Invierno. 

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