jueves, 2 de julio de 2015

Cambio tu libertad por mis penas.


La felicidad antes de ti tenía mi nombre.
Estos días de casa y abrazo me he cuestionado en voz baja a donde nos lleva esa rutina del    sin-tenerte. Sigo sin entenderme.
Esperarte como sinónimo, kilómetro cero, vuelos perdidos.
Caben tantos besos en tu pecho como despedidas llevo entre los dedos
ya no tengo espacio.
Ni tiempo.
Me alimento del detalle que te sigue, disculpa si nunca lo dije.
Vivo del manojo de caminos que te cruzan y te hacen. Que me pierdes.
El gesto de tu pulgar limpiándome la comisura izquierda de ganas.
El modo en el que levantas una ceja cuando no te entiendes
O esa forma que tienes de acariciarme el pelo por las noches hasta dormirme los sueños.
De saber, porque sé que sabes, que guardo los libros bajo la cama
y no preguntas porque entiendes.
Una mañana me desperté y estabas, juro que estabas, tan verdad y tan fe y tan credo y tan cierto que me pesaron los ojos
como si todas tus huidas volvieran de golpe
bailándome cerca
como cuando no te encuentro sobre la cama pero se me pega tu falta
y enciendo la luz
a toda prisa
no sea que nos engulla de nuevo la pesadilla.
Fundida, perdida, te encuentro y nos toca, la despedida.
Y es tan día y tan sol y tan poco mentira que lloro mirándote a los ojos.
Esta es mi manera de echarte la culpa, y decirte que vuelve, si quieres.
Que cuidate la risa, que sé feliz, vida, que playa siempre es casa,
que cuando quieras quererme sin despedidas sigo.
Y tú no dejas de reir, ojos verdes de certeza de unas ocho de la mañana, estrella.
Y te alejas. Y necesitaría millones de escaleras de metro como estas para un suicidio colectivo,
yo y todas mis mierdas.
Así que me siento con ellas y rezo, porque en algo hay que creernos y rezo
a las cervezas de esas noches
al llegar a casa y verte
a mi carrera al tiempo subiendo la cuesta de la plaza
con la sonrisa en los brazos de saberte en el mismo sitio en el que te dejé
sobre la cama.
Le rezo mucho y mal a esas duchas compartidas porque lo único que sé hacer mejor es querer
y nunca es a mi
Me enciendo un cigarro y le rezo a las noches de parques y verdes
y tiro el cigarro y le rezo al verte llorándome mil lo sientos
que no me valen, de nada.
No estabas.
A cada beso que no quisiste darme.
Quién sabe. Que diga.
Ya te agarro de la mano sin que estés y me araño mareas en contra, noches en vela.
Que ya te eche de menos puede que sea
solo una carencia de léxico,
o que no sepa como decirte
que no puedo que te vayas.
Que no puedo, que te vayas.
Que la herida que me hago si me faltas no se marcha con dos noches y tres hielos,
otra copa, por favor.
Que alguien venga y que me diga, si no mueren de esperas ellos, cuanto les queda para morir de desesperanzas?

La felicidad, antes de ti, era una playa. 

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