Saludarte y no besarte, mirarte y no sonreírte, presentarme sin decir mi nombre, ir a tu casa y no acabar en tu cama o cantarte un tema sin acordes de fondo...
Teníamos los motivos y las maneras de dos que decidieron no romper fronteras, hasta que empecé a acariciarte el cuello. Cambiamos las rutinas, las llegadas por venidas y mis marchas por tus ritmos. No tocábamos en piel por miedo a arañarnos las heridas de un pasado, no cerrábamos los ojos al besar por no enamorarnos, no nos girábamos para hablarnos, nos mirábamos de reojo y jamás nos susurramos nada por no acabar mintiendo. Apagamos la luz al perdernos en tu cama para no encontrar allí los caminos de los que tanto nos habían hablado esas noches a solas. No nos dimos los buenos días para no tener que volver a hacerlo. Terminamos, así, sin llamadas, sin mensajes, sin besos, sin ti. Decidimos no pensarnos por no echarnos de menos y creamos casi sin quererlo el primero de tantos...secretos. A pesar de parar la película antes de que sonara esa canción, tenemos banda sonora. Aunque ni nos rozáramos la mañana siguiente mis despertares me saben a echarte en falta y, sin romper esa absurda rutina del hielo en tu garganta a mi se me hizo primavera en el tercer lunar de tu espalda. A pesar de todo, y del frío de este puto invierno, echo de menos el verano en tu cama.
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