No he venido hasta aquí para que unas líneas me expliquen lo que es amor, queridos románticos rezagados. He venido en busca de un motivo que me aleje de sus besos, porque al leer, le creo, no le quiero. Que es algo muy distinto. Y ya de paso, me gustaría saber, al igual que en la literatura Barroca, cuánto duró nuestro principio, dejó de ser historia y llegamos al final. Porque si un beso son dos líneas y el resto del cuento es despedida, esto, no compensa. A ver si empezamos a tener claro que no buscamos a alguien con quien gritar aleatoriamente, porque nos gustan más los abrazos calentitos. Las fiestas de sonrisas y temblar con una mirada. Sí, madurar, es aprender a despedirse. No está mal para una entrada, para un estado, en lugar de un simple adiós. Pero si la valentía está en decir todo aquello que callamos y las mayores verdades se dicen a los ojos, a mí, esto, me va a costar más de la cuenta. Vamos, que yo he decidido esperarte en mi cama, entre líneas que me abracen las pupilas, creyéndote una vez más, aunque vuelva de nuevo a ser la niña de cinco años que se reía del mundo, por que no te conocía. No sé que buscáis vosotros en unas líneas, yo, no quiero que nadie me diga lo que es amor.
El amor no se explica, no se escribe, no se lee.
El amor, queridos, tiene el color de sus ojos,
huele a su colonia,
me gusta más con barba,
y besa como nadie.
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