lunes, 25 de agosto de 2014

Y por dentro, nada.

Le dijo que no.
Y retumbó como un sí a gritos por dentro, que no le dejó sonreír.
Fue en ese momento cuando decidió mirarlo a los ojos.
Más cerca, más...
Diferente, como nunca. 
Hasta siempre.
Se juró muy bajito.
Desde cuando las despedidas 
suenan como cerrar un libro de Sabuda? 
Sí, desde que guardan más que lo que fueron.
Desde que se puede matar a alguien que nunca suspiró.
Y bajan las mareas que no subieron.
Desde que tenerlo delante, no le hacía sonreír. 
Aunque besarlo siguiera siendo su hobby favorito. 



Pasó un coche, otro, y otro. 
Y la calle volvió a amanecer. 
Había pasado toda la noche sentada en aquel rincón.


Desde luego, 
nadie sabía 
cuanto duraban 
las despedidas 
después 
de decir 
"adiós".

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