Tú y yo éramos dos.
Millones de personas mirándonos
en puertos diferentes sin navíos.
Nadando a contracorriente y temblando
sobre un escenario
versándonos sin nombrarnos,
jurándonos un puñado
de mentiras en arte mayor.
Tú y yo éramos dos.
Tras los focos algún beso
de acentos, un te quiero,
la mentira capital.
Ardiendo en pleno invierno,
nevándonos por dentro,
enmudeciendo a todo un reino
y conociéndonos vencidos
por orgasmos a destiempo
y esta ausencia de palabras.
Tú y yo éramos dos.
Para qué queríamos más?
Querernos era el plan
que ocultamos tras la manga.
Edificios de vanguardia
sin puerta principal.
Luchas de gigantes
menguando por llenárseles
los ojos de terror.
El asedio medieval
se aferró a cada mirada
reiterada a tu espalda
sin condena ni perdón.
¡Por mis sueños, por traición!
Por mentirle a la tripulación
de mi ombligo.
Por ser dos.
Por prescindir de los demás.
Porque contigo aprendí
a perpetrarme la vida,
a perpetuar la mentira,
a descartar la verdad.
Tú y yo éramos dos
sin imperio ni gobierno,
pero tú el emperador
y yo la esclava por amor
de tus fobias y tus filias,
tus mañanas de desgana
contra Dios.
La guerra fía desatada
por la forma de besarnos
sin mirar nunca el reloj.
La tarde en la que se acabó
la pólvora de tu mirada
y lloviendo pude oírte
decir,
"Adiós.
Ahora vérsale a otro cuerpo
porque yo sé que prefiero
la paz de todo un reino
al invierno sin mi mismo".
Y aún busco la forma
de solicitar tu perdón.
Por los siglos de los siglos
sonaron tambores con
la defunción del sol,
y en tu hastío aún recuerdas
la primavera de mis piernas.
Solo quería despedirme.
"Desde estas ruinas,
con amor."
No hay comentarios:
Publicar un comentario