Nunca logré entender porqué mi abuela nos cantaba. Más tarde tendría un hijo y lo primero que haría sería cantarle una nana en mis brazos. Algunas noches mi padre lloraba con una copa en la mano y yo, podía oírlo al otro lado de la casa. Ahora bebo y mirando al frente, confundo su llanto y mis lágrimas. A mi madre le molestaban mis noches de huida por la ciudad y, aunque nunca le di las gracias, llevo la cuenta de mis madrugadas en vela para contárselas algún día. Cuando mi hermano me sacaba de quicio le retiraba la palabra, pero nunca le retiré las ganas de un abrazo.
Tal vez sea como soy gracias a mis abuelos, a sus trabajos, a sus ojos y a su moreno causa de horas al sol por hambre.
Admito que no sé volar, pero tampoco tengo las alas cosidas al suelo. Me invade un acento de mar. Bebo cuando mi cuerpo me pide hacerlo y fumo demasiado. Sueño siempre que puedo a pesar de no recordarlo después. Me dan miedo las historias de miedo y rompo de amor cada vez que una mirada me lo permite.Hecho de menos. Me declaro adicta a los míos aunque siempre quiera perderlos de vista. Me invento, más de la mitad de lo que escribo. Describo el tiempo en historias vividas y navíos perdidos.Nunca tuve reloj, ni quise tenerlo. Nací para perderme entre terminales, pero todavía sigo buscando un final para terminar mi cuento.
Verso, a veces. Beso, demasiado. El cincuenta por ciento de mi cuerpo es café, la otra mitad el hielo que un día decidí quedarme para no quemar cuerpos sin sentido. Me sobran sentimientos, y puede que solo por eso, siga escribiendo.
Me presento, nunca he sido musa ni poeta, ni quiero serlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario