miércoles, 17 de septiembre de 2014

Todo está bien, sin mí, estás bien.

Hace algún tiempo que he empezado a esperar las noches como un niño espera la navidad. Creo que, por que es el único momento en veinticuatro horas en el que puedo sentarme a solas, como si las horas no pasaran de largo, y pensar en todo lo que nunca te he dicho. Quiero decir, no creo ser la persona que se merezca un abrazo, un beso, o una tarde de sonrisas, pero después de darle muchas vueltas, empiezo a pensar que me merezco al menos, una explicación. No puedes plantarte en la vida de cualquiera, en la mía, desordenarme por completo hasta el cajón de la mesilla que nunca he abierto, hasta ese, y largarte a toda prisa, como si no ocurriese nada. Creo plenamente en mi capacidad de invención, soy una enamorada del amor, una ilusa, soy, lo que tú quieras que sea. Pero me has dado motivos suficientes para creer en nosotros, sin embargo, después de conocernos hasta la médula, de mordernos hasta la espalda y de viajar cortas distancias noche tras noche hacia cualquier lugar, porque nos daba igual, si íbamos juntos, te has alejado sin dejar ni rastro de tus pasos, de todas esas horas compartidas, de tu paso por mi verano, dejándome mil palabras pendientes que solo hacen multiplicarse y un “quédate” entre los labios. Te has ido después de un “nos vemos”, de un largo paseo, de un beso de buenas noches, de un mensaje, de todo aquello que hacíamos cuando volvíamos a vernos. Y yo, después de ser los minutos más bonitos de tus noches, me he quedado del todo en nada. No sé ni por dónde empezar a barrer todos estos escombros. Eso sí, puede que me hayas dejado las ruinas más bonitas de la historia, envidiosa Pompeya. Bueno, da igual. Seré lo que quieras que sea, pero no tengo pensado ser el jueves de tu semana, la persona que se cruce en tu camino cortándote el paso, ni siquiera un maldito semáforo en ámbar. Pero, no quiero pasarme ya más noches sin dormir creyendo que he jugado mal mis cartas, desconociendo la partida vencedora. Supongo, que al menos, me merezco una explicación. No te estoy pidiendo una charla de horas, ni un mensaje de más de dos líneas. No quiero una excusa, de esas, ya tengo mil. Quiero una verdad, un “no vuelvas”, lo que sea. Una palabra que me siente como un puñetazo en el estómago, que me diga que todo está bien, sin mí, que estás bien.


Existen ese tipo de personas que solo se merecen una explicación, nada más. Pero deberíais tenerlas en cuenta. 

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