jueves, 26 de febrero de 2015

Saberte libre.


"Decir lo bonito de tu sonrisa no es mentir, estés donde estés."

Tenías los ojos más bonitos del mundo,
sobre todo esas noches en las que te empeñabas que si gritabas revolución
alguien tendría que hacerte caso.
Y yo te daba todas las razones que cabían en mi boca.
Los motivos sobraban.

Hacías una oda a los trabajos mal remunerados
cuando te liabas un cigarro y pensabas que el mundo sería un lugar más mágico
si todas las guerras fueran como nosotros, sin ropa.

Yo pensaba en los muertos de hambre,
en el señor que vendía libros por un euro en plena calle
o el escritor que vivió toda la vida debajo de un puente hasta creerse feliz sin aire,
cada vez que te rozaba el ombligo.

No necesitabas despertador, tenías el tiempo tatuado en la piel
y correr de tu mano por los callejones más sucios de la ciudad
me hacía ver las vidas que por un momento hasta quería tener, si era contigo.

Desnudarme ante tus dedos era despojarme de todos mis atuendos,
quedarme sola con mis logros y gritar "vencimos" donde otros pusieron un "jamás".

Tenías los ojos más bonitos de mundo,
parabas los taxis con un solo bostezo
y llenabas los bares porque oírte respirar era
la mayor oda a la revolución que se ha pronunciado nunca.

Tenías el abrazo siempre a punto,
el sexo como la ley al conocimiento,
el sueño por obligación de ojos abiertos
y el mundo en tus manos.

Nunca supe como lo hacías,
solo quería decirte, que jamás dejes de hacerlo.

Cuando te sienten respirar el mundo corre menos,
quiere más, y yo lo entiendo.

Sigues reuniendo mil poetas en un bar.


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