miércoles, 11 de febrero de 2015

El que inventó las intenciones habló de ti.

Esta mañana la resaca no me dejó sonreír en las fotos.
A pesar del alcohol sigo pensando que la culpa es solo tuya.
Antes de irme a la ducha caminé desnuda por casa un buen rato.
Tenía tus dedos marcados en mi pierna
y me pareció un tatuaje demasiado bonito como para no lucirlo a pesar del frío.
Un cuatro de cinco que no llega a medio en las ganas de sumar contacto.
Querer partir nunca nos pagó los viajes, pero al menos, nos ayudó a intentarlo.
Así, contigo, de vez en cuando.

La felicidad se lleva por dentro, pero a mi siempre me delataron las miradas.
Estoy segura de que ayer no necesitaba decirte media palabra para que lograras entenderme.
Sin embargo algo dije, por esto que dicen de que los silencios
y que a veces, se nos escucha temblar, y me deshago de vergüenza con solo pensarlo.
Me alegro de verte, del invierno, de las noches a solas, de mí.
Me alegra saberte y besarte, sobre todo y con los ojos.
Sobre el olor a alquitrán de las calles y el humo de los cigarros besados por los labios de Judas.
Tu olor sigue siendo el mayor de los placeres hasta que te desnudas, el resto, puedes imaginártelo.
El que inventó las intenciones te situó en el punto de mira y habló de ti, estoy segura.

Esta mañana la resaca no me dejó sonreír en las fotos.
Ni creo que hiciera falta.
Llevo la felicidad en los ojos,
el tiempo en la espalda
y el verano por dentro.
La marca de una sonrisa en la piel
y el hielo de un café en la lengua
a sabiendas de que una noche volveré
a derretirla en tu ombligo.
Ya sabes, aquí cada uno tiene sus tonterías cariño.


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